Durante los últimos años, América Latina se ha convertido en escenario de una creciente actividad por parte de espías rusos que operan bajo identidades falsas, utilizando la región como plataforma para infiltrar agentes en Europa y Estados Unidos. Casos recientes en Brasil, Argentina, Eslovenia y Noruega evidencian una estrategia sostenida del GRU y del SVR —principales agencias de inteligencia rusa— que aprovechan los vacíos legales en varios países latinoamericanos.
Entre los nombres identificados figuran Sergey Vladimirovich Cherkasov, quien operaba como el brasileño Victor Muller Ferreira; Mikhail Mikushin, detenido en Noruega bajo la identidad de José Assis Giammaria; y la pareja argentina Ludwig Gisch y María Mayer, descubierta en Eslovenia como agentes del SVR. También se documenta el caso de Maria Tsalla, identidad utilizada en Grecia por Irina Shmyrev, esposa del espía conocido como Gerhard Daniel Campos Wittich.
A este panorama se suma el anuncio del presidente Vladimir Putin sobre el establecimiento de una misión diplomática, la designación de un embajador y la próxima visita del canciller ruso a República Dominicana. Aunque presentado como un paso diplomático, este movimiento podría formar parte de una estrategia geopolítica más amplia, utilizando al país caribeño como nuevo punto de observación e influencia regional, dada su ubicación estratégica y sus crecientes vínculos con actores globales.
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