La República Dominicana no sufre por falta de recursos. Sufre por falta de visión. Lo vemos todos los días al salir a la calle: aceras ocupadas por negocios, rampas inexistentes, postes en el medio del paso peatonal, calles sin drenaje, urbanizaciones cerradas sin lógica y construcciones que nacen donde caben, no donde deben. Y sí, también están los famosos “policías acostados” —algunos tan altos que parecen "generales acostados"—, pero son solo uno de muchos síntomas del mismo problema: un país sin planeamiento urbano real.
¿Quién diseña nuestras ciudades? ¿Dónde están los planes reguladores? ¿Dónde está la autoridad que articule el crecimiento con sentido común y respeto al espacio público? Lo que tenemos es un sálvese quien pueda, donde cada quien construye, modifica, cierra y eleva como le convenga. Las aceras no son de los peatones; son de los negocios, los parqueos, los motoconchistas o los que pusieron una verja “porque ahí no pasaba nadie”. Y cuando sí hay acera, a veces termina en una zanja o en una pared.
Lo mismo pasa con el transporte. Las rutas de concho se sobreponen sin orden, las paradas no existen, y los pocos espacios designados para cruzar están mal señalizados o destruidos. ¿Y el transporte público formal? Fragmentado, caro y sin coordinación con los demás sistemas. ¿El peatón? Invisibilizado. ¿El ciclista? Ignorado. ¿El discapacitado? Castigado.
Cada bache, cada tapón innecesario, cada "reducto de velocidad" improvisado habla de un Estado que solo sabe reaccionar, nunca anticipar. Aquí se resuelven los problemas de hoy con la misma precariedad que los generó: sin estudios, sin normativas, sin respeto por el futuro.
No hay desarrollo sin ciudad. Y no hay ciudad sin planificación. Mientras sigamos construyendo al ritmo del clientelismo, de la presión comunitaria o de la inercia política, seguiremos atrapados en un país donde lo público no se cuida, lo técnico no se escucha y lo urbano es solo un telón de fondo para la improvisación.
Aquí no están los policías acostados. Está el país entero tirado, esperando que alguien lo diseñe con dignidad.
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