La esencia de los partidos políticos es la democracia y la pluralidad en la participación, o al menos eso debería ser, a no acontecer que haya un contexto dictatorial muy específico en donde no quede de otra. Sin embargo, en la Fuerza del Pueblo (que como subrayan interesantes columnistas por algo no llevan en el nombre “partido”), el concepto democracia –que su etimología alude al poder del pueblo– es desconocido, resultando paradójico con la identidad del “partido”, pues estas organizaciones se mueven por causas en común, pero la causa de la FPU es Leonel Fernandez, siendo el amo y señor de la entidad, o mas bien, el León de su selva verde, en la cual su persona es quien elige unilateralmente a las autoridades del partido, imponiendo a una figura para el segundo puesto de mayor relevancia (porque desde luego que el primero está reservado para el), que la dirigencia no necesariamente quiere.
No obstante, este actor es la única figura “apta” e indiscutible para ocupar la candidatura presidencial del 2028. Aunque no todo es autocrático, pues en el debate sobre quién debe ser el aspirante para el 2032 se abre más, trayendo a dos figuras; el rey león y su hijo Simba. Caramba, qué tan dogmático debe ser un partido para que las dos figuras importantes sean un hombre y su hijo.
A lo mejor los verdes están confundidos y perjuran que en un eventual gobierno del “lider” las cosas serán diferentes al status quo del partido.