martes, octubre 14, 2025
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Editoriales

Jesús de Galíndez: El asesinato que marcó el principio del fin de Trujillo

La dictadura de Rafael Leónidas Trujillo estuvo marcada por el terror, la represión y el silenciamiento de cualquier opositor. Pero hubo un crimen que resonó más allá de las fronteras dominicanas, convirtiéndose en un escándalo internacional y una de las piezas clave en la caída del temido dictador: el asesinato de Jesús de Galíndez.

El hombre que conoció las entrañas del trujillismo

Jesús de Galíndez Suárez, un jurista, escritor y profesor español, llegó a la República Dominicana en 1939, tras la derrota republicana en la Guerra Civil Española. Trujillo, obsesionado con "blanquear la raza" y con fortalecer su imagen internacional, recibió con los brazos abiertos a cientos de exiliados españoles, entre ellos, a Galíndez.

Galíndez se integró rápidamente en la élite académica y gubernamental del país. Fue profesor en la Escuela Diplomática Dominicana, trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores y se convirtió en tutor de Ramfis Trujillo, el hijo del dictador. Desde su posición privilegiada, pudo conocer el funcionamiento interno del régimen y la verdadera naturaleza de su maquinaria de terror.

De aliado a enemigo

A pesar de su cercanía con el poder, en 1946 Galíndez comenzó a distanciarse del trujillismo. Su participación en la Comisión de Salarios Mínimos lo llevó a apoyar a los trabajadores azucareros en sus demandas, algo que no fue del agrado de Trujillo. Su conocimiento profundo del sistema y su postura crítica lo convirtieron en una amenaza latente.

Ese mismo año, temiendo represalias, Galíndez huyó a Estados Unidos y se estableció en Nueva York. Allí se vinculó con la Universidad de Columbia y comenzó a documentar detalladamente la brutalidad del régimen dominicano.

La tesis que selló su destino

En 1956, Jesús de Galíndez publicó su tesis doctoral, "La era de Trujillo: un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana". En este documento revelador, denunciaba la corrupción, la represión y el culto a la personalidad del dictador. Pero lo que más enfureció a Trujillo fue que Galíndez se atreviera a cuestionar la paternidad de su hijo Ramfis, aludiendo a su bastardía. Para el dictador, era una afrenta imperdonable.

Lo que Galíndez no sabía es que con esta publicación había firmado su sentencia de muerte.

El secuestro y asesinato

El 12 de marzo de 1956, Jesús de Galíndez desapareció misteriosamente en Nueva York. Días después, se descubrió que había sido secuestrado por agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de Trujillo, drogado y transportado en una avioneta a la República Dominicana.

Su destino final fue la Hacienda Fundación, propiedad del dictador, donde fue brutalmente torturado y ejecutado. Su cuerpo nunca fue encontrado.

Las consecuencias inesperadas

El asesinato de Galíndez no solo fue una muestra de la impunidad de Trujillo, sino también un grave error estratégico. Su desaparición provocó indignación en Estados Unidos y atrajo la atención del FBI y de la prensa internacional. A partir de este momento, la dictadura dominicana quedó bajo un escrutinio sin precedentes.

Estados Unidos, que ya había mostrado interés en Galíndez debido a su colaboración con la inteligencia militar y el FBI, presionó aún más al régimen trujillista al sospechar que el asesinato de un informante suyo podía implicar un desafío directo a su poder en la región. Como si fuera un efecto dominó, este caso desató una serie de eventos que terminarían por debilitar el poder de Trujillo.

Algunos de los implicados en el secuestro de Galíndez fueron asesinados poco después, incluyendo al piloto estadounidense Gerald Murphy, quien había transportado a Galíndez en su último vuelo. Murphy, clave en la operación, fue encontrado muerto en circunstancias sospechosas, lo que aumentó la presión internacional sobre Trujillo y elevó el nivel de preocupación en Washington.

Otro de los implicados en la operación fue Octavio de la Maza, piloto dominicano vinculado al traslado de Galíndez. Poco después del asesinato del español, Octavio fue hallado muerto en su celda en lo que se reportó como un aparente suicidio, aunque las sospechas de asesinato nunca fueron descartadas. Su hermano, Antonio de la Maza, indignado por la muerte de Octavio y por la creciente brutalidad del régimen, se convirtió en uno de los principales conspiradores del ajusticiamiento de Trujillo en 1961.

El escándalo internacional y el creciente rechazo a las acciones del dictador contribuyeron a que, apenas cinco años después, Trujillo fuera asesinado en una emboscada organizada por sus propios hombres.

¿Galíndez era agente del FBI?

Uno de los aspectos más controvertidos de esta historia es la supuesta relación de Galíndez con el FBI y la inteligencia militar de Estados Unidos. Según el investigador Stuart McKeever, existía documentación que indicaba que Galíndez operaba bajo el código DR-10, proporcionando información sobre grupos comunistas y falangistas en la República Dominicana. Además, su papel como informante lo vinculó con redes de vigilancia de la política internacional en el Caribe, donde el gobierno estadounidense veía con creciente preocupación la inestabilidad de la región. Informes desclasificados sugieren que Galíndez mantenía contacto con agentes de inteligencia estadounidenses, quienes lo consideraban una fuente valiosa de información sobre las actividades políticas en la isla y sus alrededores. Esta colaboración con el FBI, aunque no confirmada en su totalidad, habría sido uno de los motivos por los cuales su desaparición generó una respuesta inmediata por parte del gobierno de EE.UU., aumentando la presión sobre el régimen de Trujillo.

Si bien su colaboración con agencias de inteligencia no está completamente esclarecida, lo cierto es que su lucha contra Trujillo trascendió cualquier alianza o ideología. Su misión final era exponer al tirano ante el mundo, aunque esto le costara la vida.

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