Alfredo Alberto López Ramírez nació el 21 de diciembre de 1911 en Managua, Nicaragua, hijo de Constantino López Ordeñana y Matilde Ramírez Morales. Llegó al mundo en una nación marcada por la fragilidad institucional y la injerencia extranjera. Desde 1912, los marines estadounidenses habían ocupado el país bajo el argumento de garantizar la estabilidad política y proteger los intereses estratégicos de Washington. Aquella presencia militar extranjera se volvió un factor determinante en la vida política nicaragüense, consolidando gobiernos aliados y sofocando cualquier intento de oposición armada. En ese ambiente, Nicaragua vio nacer y crecer a Alfredo López, en medio de una generación acostumbrada a convivir con la ocupación y a formarse bajo doctrinas militares extranjeras.
La creación de la Guardia Nacional en 1925, y su reorganización en 1927 bajo la tutela directa de los Estados Unidos, selló un cambio definitivo: el ejército dejó de ser el botín de liberales y conservadores para convertirse en un cuerpo centralizado y disciplinado, subordinado a la política exterior de Washington. Esa institución, concebida para pacificar y controlar el país, se convirtió también en el espacio donde se incubaron las carreras de muchos hombres que luego dominarían la política nacional. El levantamiento de Augusto C. Sandino contra la ocupación, entre 1927 y 1933, colocó en tensión a esa misma Guardia Nacional, reforzando la necesidad de profesionalizarla y crear un cuerpo de oficiales capaces de sostener la hegemonía militar. Fue entonces cuando, en 1931, nació la Academia Militar de Nicaragua, con la misión de formar a la nueva oficialidad.
En ese marco histórico, Alfredo López ingresó a la Tercera Promoción “Trumble”, bautizada en honor al primer teniente Edward J. Trumble, oficial de la Infantería de Marina de los Estados Unidos y uno de los instructores fundadores de la academia. Allí, bajo un régimen férreo de disciplina, aprendió las herramientas de mando y obediencia que marcarían el rumbo de su vida pública. La academia no solo fue un espacio de formación militar, sino también un laboratorio político: se trataba de moldear a la generación que garantizaría el orden interno tras la retirada de los marines, ocurrida finalmente en 1933. La nómina de egresados de aquella tercera promoción “Trumble” figura en Memorias de un ex-oficial de la Guardia Nacional, obra de Guillermo E. Cuadra, donde se confirma la pertenencia de López a esa generación de oficiales.
En abril de 1934, cuando aún era un oficial joven, López Ramírez participó en el complot encabezado por el capitán Gabriel Castillo, junto a Abelardo Cuadra, Salomón Lagos y otros oficiales de la Guardia Nacional. Más que un simple intento de magnicidio, aquella conspiración revelaba el descontento de una nueva generación de oficiales formados en la Academia Militar que veían con frustración cómo Somoza nombraba a hombres sin preparación académica en los principales puestos de mando. El plan, que buscaba atentar contra el propio Somoza y contra el presidente Juan Bautista Sacasa, fue rápidamente sofocado por delaciones internas, lo que mostró la fragilidad de cualquier intento de desafiar al emergente poder somocista. Aunque Castillo fue condenado a muerte —pena luego conmutada—, el eco del complot resonó más allá de Nicaragua: su liberación con mediación salvadoreña provocó un incidente diplomático regional y dejó en claro que las luchas dentro de la Guardia tenían también repercusiones internacionales. Este episodio aparece documentado en obras como Sandino, Somoza y los nueve comandantes sandinistas de Juan Matagalpa y Nicaragua: Gobiernos, Gobernantes y Genealogías de Adolfo Díaz Lacayo, que trazan las redes políticas y militares de aquel tiempo.
Lejos de quedar marginados, apenas un mes después de su arresto, los subtenientes Alfredo López Ramírez y Salomón Lagos fueron rehabilitados en la oficialidad y designados como ayudantes personales del general de brigada Anastasio Somoza García, en una lógica que recuerda el refrán “mantén a tus enemigos cerca”. Desde entonces, López Ramírez se consolidó como un oficial respetado: primero como comandante en Estelí, una plaza estratégica del norte, y luego como jefe de la Policía de Tránsito de Managua, donde impulsó la modernización del control vial de la capital. Posteriormente ocupó otros cargos de mando dentro de la Guardia Nacional, ascendiendo hasta el grado de mayor, posición en la que fue reconocido por su firmeza y capacidad de liderazgo.

Fue durante esta etapa como militar activo que inició su tránsito al servicio exterior. En México ejerció como cónsul general, y de manera paralela fungió como agregado militar en la misión diplomática, representando simultáneamente a la cancillería y a la Guardia Nacional. Esa doble condición de soldado y diplomático definió su perfil, proyectando la influencia de Nicaragua tanto en lo militar como en lo diplomático. Más tarde, amplió su rango como embajador en la República Dominicana y Haití. Su gestión fue reconocida en abril de 1975, cuando el presidente Joaquín Balaguer le otorgó la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, la más alta condecoración dominicana.


En el plano personal, en 1937 contrajo matrimonio con Ada Rosa Pastora Molina, hija del senador y hacendado Juan de Dios Pastora Gurdián y de Angélica Molina Castillo. Pastora fue uno de los hombres más ricos e influyentes de Centroamérica en las primeras décadas del siglo XX, tema abordado por Marc Edelman en The Large Estates of Northwestern Costa Rica (1992) y por Roberto Cabrera en Tierra y ganadería en Guanacaste. Ada Rosa, además de su linaje, tuvo un papel político propio como fundadora del Ala Femenina del Partido Liberal Nacionalista en 1955. Con ella tuvo dos hijos, Angélica y Alfredo José, este último también diplomático. La pareja es recordada en el artículo San Sebastián: Recuerdos de Managua (2011) de Roger Fisher, donde se les menciona entre los vecinos distinguidos de ese barrio capitalino.
Alfredo López Ramírez murió en Managua el 14 de enero de 1987. En ese momento era coronel en retiro de la extinta Guardia Nacional, organización que pasaría a convertirse en el Ejército Popular Sandinista (EPS) tras la victoria de la Revolución Sandinista en 1979, hoy actual Ejército de Nicaragua. Su vida encarna la paradoja de una generación de oficiales formados bajo la égida extranjera: de conspirador contra Somoza a diplomático condecorado en nombre del mismo régimen. Su historia refleja las tensiones de un país moldeado por la intervención y la dependencia, donde las trayectorias personales se escribían al compás de la política internacional.
Alfredo López Ariza
Politólogo dominicano especializado en seguridad y defensa. Actualmente preside la Academia Dominicana de Genealogía y Heráldica para el período 2022-2026. Su producción intelectual abarca una variedad de campos, incluyendo ciberseguridad, geopolítica, historia, genealogía, teología y arte.