Desde su independencia, el pueblo Haitiano enfrenta grandes desafíos, comenzando con el pago de 150 millones de francos (21,000 millones de dólares de hoy en día) y una reducción del 50% de los aranceles a Francia, con el fin de ser reconocidos por esa nación, y poder comercializar con el resto del mundo.
Aceptar ese pago significó una deuda que no dejó al país desarrollarse, pues los franceses prácticamente no habían dejado nada en términos de civilización y recursos (materiales y humanos). A esto se le suma la mala administración del Estado Haitiano, que empobreció aún más a la población. En este contexto, Haití subsistía de ayudas internacionales, que eran terriblemente administradas por el estado, y no llegaban a donde debían; en consecuencia, los haitianos de a pie pasaban hambre y desarrollaron un rechazo considerable por la clase política.
La inestabilidad política del país caribeño, anexo al fortalecimiento de la delincuencia, generó un ambiente de peligro; lo que llevó en 2004 a la Organización de las Naciones Unidas a enviar una Misión de estabilización a Haití (MINUSTAH), Que pese hacer el país menos inseguro, fue mal vista por la sociedad haitiana, debido a la imprudencia del personal, caracterizada por abusos sexuales y generación de un brote de cólera que el estado haitiano no pudo tratar con eficacia. En 2017 la misión se retiró y la delincuencia volvió a emerger.
Todo empeoró en el 2021, cuando el jefe de estado de Haití fue asesinado por mercenarios colombianos y las bandas criminales iniciaron una guerra para dominar el país.
La figura de autoridad política era simbólica, hasta que en 2024 se creó el Consejo Presidencial de Transición, luego de que el primer ministro renunció porque las bandas le prohibieron la entrada al país. Este consejo no acabó con el anarquismo, pero sí hizo sentir cierta presencia política. Meses después, a través de gestiones diplomáticas del propio país, juntamente con República Dominicana, llegó una misión de paz, con policías kenianos “altamente cualificados”. La misión fue autorizada por la resolución 2699 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, y financiada por Estados Unidos. Meses después, algunos estados de la Comunidad del Caribe enviaron tropas al país.
Sin embargo, pocos resultados ha tenido esta misión. Según los ciudadanos Haitianos, los policías internacionales no han querido meterse en las entrañas del crimen organizado; parecería que los policías altamente cualificados le tienen miedo a las pandillas. Y en parte no es para menos, estas controlan el 90% de la capital de Haití, pero ello no quita que le hayan dado una ilusión a la sociedad civil de Haitiana que no pudieron cumplir.
A día de hoy la anarquía en dicho país es imperante, el hecho reciente más palpable de esto es el descontrol de sus aeropuertos y espacio aéreo; prueba ello son los 3 aviones estadounidenses impactados por balas mientras pasaban por el espacio aéreo de Haití en menos de 48 horas. Frente a estos acontecimientos, la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos prohibió que los aviones del ya mencionado país vuelen a menos de 10,000. metros de la nación caribeña por un mes; La ONU por su parte, también suspendió sus vuelos de ayuda humanitaria; el presidente de la República Dominicana calificó como grupos terroristas a las bandas Haitianas e hizo un llamamiento a la comunidad internacional a realizar lo mismo; la Organización de Estados Americanos solicitó a Naciones Unidas convertir la Misión Multinacional de Apoyo a la seguridad de Haití, en una Operación de Mantenimiento de la Paz y la cancillería de las Bahamas autorizó a sus tropas en Haití, las cuales llevan menos de un mes allí, a retirarse voluntariamente si se sienten inseguras.
Estas acciones solo dejan una pregunta en el aire: ¿Qué sigue ahora? No es fácil responder una interrogante tan incierta como el propio futuro del país, aunque todo indica que la coalición de pandillas “Fuerzas Revolucionarias de la Familia G9 y Aliados” se hará más fuerte y tendrá aún más control, lo que podría generar una intervención internacional más fuerte.
Aunque algunas potencias han abandonado de cierta forma Haití, la situación en el país adquiere una connotación distinta cuando la hegemonía mundial es directamente afectada por el descontrol que allá existe. Posiblemente Estados Unidos impulse desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el despliegue de los popularmente conocidos “Cascos azules de la ONU”; dicha iniciativa podría contar el apoyo de Francia y Reino Unido, y la abstención de Rusia y China. Pero me parece que el presidente entrante de Estados Unidos, limitará los recursos para esta potencial misión, como parte de su política de reducción de gastos militares en el exterior, más Donald Trump podría sacar un as bajo la manga y solucionar indirectamente la crisis de Haití; aunque eso es tan impredecible como el propio presidente Trump.