Durante una de las discusiones que suelen originarse en el horario de almuerzo, sentados a la mesa con colegas de diversas áreas de la institución donde laboro, comentábamos la información publicada por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) con relación a los embarazos en adolescentes suscitó un considerable interés. Dichas estadísticas muestran una disminución en el número de embarazos en adolescentes. En un rango de cinco años, que va desde 2018 a 2022, la cantidad pasó de 29,192 a 25,461. La mayoría de los que se encontraban en la mesa se mostraban escépticos; solo unos pocos entendíamos que dicha disminución era posible, sin ser expertos en la materia, y a partir de la percepción de cada uno.
En lo que a mí concierne, la información suministrada no me genera ningún ruido, y una de las razones por las que lo entiendo así está vinculada a la educación. Independientemente, lo que se refleje en los resultados a nivel internacional, el acceso a la educación, y la educación como tal, ha ido mejorando en el país. La propia estadística de la ONE así lo muestra: “Por cada 1,000 mujeres adolescentes entre 15-19 años ocurren 77 nacimientos. A medida que aumenta el índice de riqueza y el nivel educativo, la tasa de fecundidad en adolescentes disminuye. Asimismo, según la zona de residencia la rural refleja un mayor desafío que la urbana[1]”. A mayor pobreza, una mayor probabilidad de que una chica en edades de 15 a 19 años pueda quedar embarazada.
A partir de ese dato, le di un vuelco al debate trayendo a la mesa el tema de la deserción escolar del hombre dominicano, que es un tema del que se habla poco, pero que es una realidad que en los barrios se vive muy a menudo. ¿Si las estadísticas sobre embarazo en las adolescentes sufren una disminución fruto de la educación y el factor económico, no pasaría lo mismo con la violencia intrafamiliar? En un boletín de 2014, la ONE reportaba, “el 64% de los hombres que desertó lo hizo por razones económicas: el 58.7% de ellos lo hizo porque tenía que trabajar, a esto se suma el 5.7% que lo dejó porque no había dinero en el hogar”, a eso debemos sumarle, un proceso que, aunque no he encontrado datos más actuales, debería ser objeto de políticas públicas “En República Dominicana, al igual que en otros países de Latinoamérica, se evidencia una tendencia hacia la feminización en los estudios del tercer y cuarto nivel educativo, con marcadas diferencias de género, siendo las mujeres las que tienen mayor participación. Estudios reportados por la Secretaría de Estado de Educación Superior, Ciencia y Tecnología en 2002, señalan la matrícula universitaria femenina en 62.6%, esto es, significativamente alta en comparación a la de los hombres, de sólo 37.4%”[2].
La hipótesis que planteo es “mientras más educado es el hombre dominicano, menos casos de violencia intrafamiliar se registrarían en los hogares dominicanos” y me parece que lo mismo aplica entorno al problema de los accidentes de tránsitos. Son inferencias un tanto descabelladas, y es cierto, que no todos los problemas se resuelven con educación, sin embargo, podría tener un alto impacto positivo en varios aspectos sociales.
[1] https://www.one.gob.do/publicaciones/2023/infografia-sobre-embarazos-en-adolescentes-en-republica-dominicana/
[2] https://psicologiacientifica.com/desercion-universitaria-publica-republica-dominicana/
Juan A. Pascual
Es un profesional, columnista y escritor apasionado por la cultura, los temas existenciales, la teología, filosofía y la literatura, especialmente el cuento y la narrativa. Se considera un aspirante constante en el ocio de pulir las palabras, reflexionar y escribir. Actualmente colabora en La Revista Palanca.